Pluribus: Cuando la felicidad se convierte en la peor pesadilla colectiva

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Estrenada el 7 de noviembre de 2025 en Apple TV+ bajo la producción de la plataforma y creada por el infalible Vince Gilligan, Pluribus (estilizada como PLUR1BUS, con un guiño numérico que ya huele a distopía codificada) irrumpe en el panorama televisivo como una rareza: una serie de ciencia ficción postapocalíptica que, en lugar de zombies o invasiones alienígenas, nos confronta con lo verdaderamente aterrador: un mundo donde todo el mundo es feliz. Absurdamente, uniformemente, contagiosamente feliz. Basada en una idea que Gilligan gestó durante la huelga de guionistas de 2023 –o eso dice la leyenda urbana de Albuquerque–, la serie sigue a Carol Sturka, una autora de novelas románticas fantásticas de medio pelo que, por un capricho del destino (o de un virus mental global), queda al margen de esta utopía obligatoria y debe salvar a la humanidad de su propia euforia letárgica.


Apple TV+ y Vince Gilligan no escatiman en ambición visual para este debut. La cinematografía, a cargo de un equipo que huele a herencia de Breaking Bad (con tomas en los desiertos de Nuevo México que parecen extensiones del imperio de Walter White), transforma lo cotidiano en un paisaje de pesadilla sutil. Los planos iniciales de la cul-de-sac de Carol –construida ad hoc en West Mesa para evitar el turismo sauliano– capturan la vacuidad de la suburbia americana con una frialdad casi documental: fachadas impecables, sonrisas perpetuas y un silencio que no es paz, sino anestesia. La paleta de colores evoluciona de los tonos saturados y cálidos de la "normalidad" pre-plaga a un blanco cegador, casi aséptico, que subraya la pérdida de individualidad. Es como si Gilligan hubiera fusionado el body horror de Invasión de los ladrones de cuerpos con la introspección moral de The Twilight Zone, pero con un presupuesto que permite drones aéreos sobre una humanidad unificada que baila en sincronía bajo un sol implacable.


Rhea Seehorn, esa actriz que Gilligan parece reservar para roles de mujeres que cargan el peso del mundo con una ceja arqueada, encarna a Carol con una maestría que roza lo terapéutico. Aquí no es la abogada estoica de Better Call Saul, sino una cínica de mediana edad –autora de sagas como Winds of Wycaro, un pastiche hilarante de Cincuenta sombras meets El señor de los anillos– que navega el caos con un humor seco y una vulnerabilidad que duele. Su Carol no es heroína de acción; es la última humana imperfecta en un mar de sonrisas, gritando verdades incómodas mientras el mundo la etiqueta de "problemática". El reparto secundario, con Karolina Wydra como Zosia (una aliada ambigua que huele a traición desde el piloto) y Carlos Manuel Vesga como Manusos (el comic relief con acento que alivia la densidad emocional), teje una red de interacciones que alternan entre lo tierno y lo siniestro. Y sí, hay cameos gilliganescos: un guiño a Albuquerque que hará que los fans de El Camino se sientan en casa.


La narrativa de Pluribus se despliega en nueve episodios para la primera temporada (con una segunda ya en el horno, porque Apple no bromea con sus apuestas), fragmentando el tiempo con la precisión quirúrgica de un bisturí moral. El piloto, dirigido y escrito por el propio Gilligan, arranca con un "evento" inexplicable –una especie de colapso psíquico global que fusiona mentes en una colmena benevolente– y oscila entre el thriller psicológico y la sátira social. El montaje, fluido como el de The X-Files en sus mejores días, conecta flashbacks de la vida pre-felicidad de Carol con su presente de guerrilla solitaria, todo puntuado por una banda sonora minimalista que mezcla drones electrónicos con melodías folk desoladas, como si Eddie Vedder hubiera compuesto para un apocalipsis zen. No hay explosiones gratuitas; el ritmo es un slow burn que, en sus momentos más meditativos, invita a pausar y cuestionar: ¿y si la verdadera distopía no es el odio, sino la armonía forzada?

Apple TV+


Más allá de su ingeniería narrativa, Pluribus destila un subtexto filosófico que Gilligan afila como un cuchillo: una meditación sobre el individualismo en la era de las redes y la polarización. El título, un juego con e pluribus unum ("de muchos, uno"), invierte el lema americano para explorar si la unidad absoluta no es sino una forma de totalitarismo sonriente. Carol, con su escepticismo acerbo, evoca a Thoreau en Walden, pero también a Camus en su absurdo: rechaza la asimilación no por heroísmo puro, sino porque la perfección le aburre. Hay ecos teológicos –la colmena como un dios panteísta que promete redención a cambio de la libertad– y un retrato brutal de la madurez femenina, donde Carol lidia con el divorcio, el bloqueo creativo y la invisibilidad social mientras el mundo se une en éxtasis colectivo. No es casual que la serie funcione como alegoría de relaciones abusivas: la "felicidad" de la colmena es ese amor tóxico que promete todo, pero anula el yo.


Desde una perspectiva cinematográfica, Pluribus dialoga con clásicos del género como The Stepford Wives (1975) en su crítica al conformismo suburbano, o The Leftovers (2014-2017) en su manejo de lo inexplicable y lo emocional. Pero Gilligan, fiel a su ADN, inyecta ironía: hay secuencias hilarantes donde la colmena resuelve guerras mundiales con abrazos grupales, solo para que Carol irrumpa con un "¡Esto es ridículo!" que desinfla la burbuja. A diferencia de sus predecesoras más pesimistas, Pluribus mantiene una ambigüedad productiva: ¿es la colmena el enemigo, o es Carol la anomalía egoísta? Siete episodios en (sin spoilers), la serie no resuelve, pero hierve con preguntas éticas que rozan lo político sin caer en panfletos.


Con apenas dos semanas de vida, Pluribus ya genera debates: ¿la tercera gran serie de Gilligan después de Breaking Bad y Better Call Saul, o un experimento fallido que patina en su lentitud? Rotten Tomatoes la corona con un 98% de aprobación, alabando su originalidad y el tour de force de Seehorn, pero algunos críticos la tildan de "demasiado cerebral para las masas". Lo cierto es que, en un 2025 saturado de reboots y IA, esta odisea de la disidencia individual resuena como un antídoto: nos recuerda que la infelicidad, con todos sus bordes afilados, es lo que nos hace humanos. Pluribus no salva el mundo; nos obliga a preguntarnos si querríamos que lo hiciera.


En Cine Reproche, donde diseccionamos el audiovisual con un bisturí envuelto en terciopelo, Pluribus nos deja con la boca abierta y el cerebro revuelto. El cine (y sus primos televisivos) no solo entretiene: cuestiona, pincha y, a veces, nos hace desear un poco de caos en la ecuación. Si estás listo para una utopía que da miedo, suscríbete a Apple TV+ y únete a la resistencia. O no: después de todo, la elección es tuya. Por ahora.

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