Hace 41 años se estreno dragon ball

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Estrenada el 20 de noviembre de 1986 bajo la producción de Toei Animation y dirigida inicialmente por Daisuke Nishio, Dragon Ball se presentó al mundo como una modesta serie de anime que, sin grandes pretensiones, terminaría convirtiéndose en uno de los fenómenos culturales más devastadores del siglo XX. Basada en los primeros dieciséis tomos del manga de Akira Toriyama, la adaptación animada narra las aventuras de Son Goku, un niño con cola de mono y una fuerza descomunal, que emprende la búsqueda de las siete esferas del dragón junto a la ingeniosa Bulma, en un mundo donde lo fantástico y lo cotidiano conviven con una naturalidad casi insolente.

Toei Animation apostó por un estilo visual que, en 1986, ya parecía deliberadamente anacrónico: líneas gruesas, colores saturados y una animación limitada que, lejos de ser un defecto, se convirtió en seña de identidad. La dirección de Nishio y el diseño de personajes de Minoru Maeda capturan la esencia del manga con una fidelidad casi religiosa, pero añadiendo un ritmo televisivo que transforma las viñetas en un espectáculo semanal adictivo. Los fondos, pintados a mano, respiran una calidez artesanal que hoy resulta casi nostálgica, mientras que las secuencias de combate –aún contenidas, casi juguetonas– dejan entrever la violencia cartoon que pronto escalaría a niveles apocalípticos.

Fuji TV, 20 de noviembre de 1986, 19:00 h.

Masako Nozawa entrega a Goku una interpretación que trasciende la simple voz: es la inocencia hecha sonido, la curiosidad sin malicia, la fuerza sin arrogancia. Su trabajo, junto al de Hiromi Tsuru como Bulma –la primera heroína de shonen que podía ser tan lista como sexy sin pedir permiso–, establece desde el primer episodio una química que sostiene toda la serie. El reparto secundario, con veteranos como Mayumi Tanaka (Krillin) o Tōru Furuya (Yamcha), completa un elenco que convierte cada gag en oro cómico y cada torneo en drama épico.



La narrativa de estos primeros arcos –la búsqueda de las bolas, el entrenamiento con Mutenroshi, el Torneo de las Artes Marciales– alterna con maestría la comedia slapstick heredada de Dr. Slump y la aventura clásica de Viaje al Oeste. El montaje acelera cuando debe y se detiene con descaro en los momentos absurdos: un dinosaurio perseguido por una niña con pistola, un cerdo pervertido que resulta ser un emperador, un monje que entrena golpeando abejas. La banda sonora de Shunsuke Kikuchi, con su trompeta heroica y sus coros infantiles, funciona como el latido mismo de la serie: nunca se toma del todo en serio, y precisamente por eso funciona.


Toei Animation


Más allá de su superficie de peleas y dragones, Dragon Ball plantea desde su arranque una reflexión casi accidental sobre la pureza en un mundo corrupto. Goku representa la tabula rasa: alguien que ignora las normas sociales pero que, paradójicamente, encarna mejor que nadie los valores que la civilización dice defender. Su amistad con Bulma –una relación platónica y funcional que rompe todos los clichés posteriores del género– anticipa lo que Toriyama haría mejor que nadie: crear personajes que crecen sin dejar de ser ellos mismos.


Desde una perspectiva histórica, el estreno de Dragon Ball coincide con el pico del segundo boom del anime televisivo en Japón y marca el inicio del fin de una era. Apenas tres años después llegaría Dragon Ball Z y con ella la escalada de poder, los gritos de media hora y la transformación del shonen en industria global. Lo que empezó como una comedia de aventuras ligera se convertiría en el modelo que copiarían –y raramente igualarían– Naruto, One Piece o My Hero Academia.



Casi cuarenta años después, aquel 20 de noviembre sigue siendo un punto de inflexión disfrazado de episodio más. Porque antes de las explosiones planetarias, antes de los Super Saiyajin y los memes infinitos, hubo un niño con cola que solo quería comer, pelear y hacer amigos. Y con esa sencillez infantil, sin proponérselo, cambió la historia del entretenimiento popular para siempre.


En Cine Reproche recordamos que el cine y el anime no solo se ven, se viven, y pocas series han marcado tanto a generaciones enteras como esta que mañana cumple cuatro décadas de vida. Dragon Ball no pidió permiso para entrar en nuestras casas un viernes de 1986. Simplemente llegó, sonrió, y nunca se fue.

 

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