Superman (2025) — Entre kryptonita emocional y optimismo radical
Dirección: James Gunn
Protagonistas: David Corenswet (Superman), Rachel Brosnahan (Lois Lane), Nicholas Hoult (Lex Luthor)
El héroe que no teme humanizarse
Gunn no reinventa al Hombre de Acero con sombras, lo devuelve a su esencia al vuelo: ideal, brillante, accesible. Aquí, Superman no es un semidiós sin fisuras, sino un inmigrante cargado de dudas, un símbolo rescatado del cómic con humor, corazón y responsabilidad. Este reboot arranca cuando el héroe ya existe —ya vuela, ya está en el escenario global— y eso cambia todo: no hay orígenes, solo consecuencias, elecciones y moral en movimiento. Campea por incorporar personajes del universo DC sin convertir el relato en un desfile confuso.
Escenas que se quedan (y merecen replay)
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Superman salva a un perro... y a una ardilla: Lo banal se convierte en épico. Ese momento mínimo representa la bondad discreta como núcleo heroico. Gunn lo defendió, y bien: es el latido emocional de la película.
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El banquete visual gana vida: Acción que se siente como comic en movimiento —la cámara vuela junto al héroe, no lo observa desde afuera—; la fotografía brilla con rojos profundos, azules vibrantes y una luminosidad que simula un recuerdo infantil.
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Lex Luthor sin redención forzada: Hoult retrata a un villano calculador y humano —no un cliché malvado—. Su amenaza es tecnológica y emocional: representa lo que Superman no puede ser… y, por eso, insiste en destruirlo.
Actuaciones que elevan el vuelo
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David Corenswet apuesta por un Superman joven, idealista sin ingenuidad, vulnerable sin flaquear.
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Rachel Brosnahan como Lois destila cercanía y chispa: desde su mirada hasta su presencia en pantalla, no es solo la pareja de Clark: es su brújula moral.
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Nicholas Hoult transforma la ambición en amenaza real. Luthor no es villanía puro: es resquemor político y tecnológico, lo que lo hace más aterrador.
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Krypto: sí, el perrito volador. Irresistible, liviano, absurdo—pero necesario. Funciona como recordatorio de que incluso un mundo épico necesita ternura.
Técnica con pulso humanizador
James Gunn abre el DCU con estilo propio: colores alegres, cámara que respira con emoción y escenarios que transmiten dinamismo sin estridencia. Se salta trampas narrativas (no hay origen, no hay multiverso), y apuesta por personajes y conflictos claros. Hay más coexistencia que colisión: el espectador sale con ganas de debatir sobre identidad, poder y empatía.
Temas en vuelo y choque con la realidad
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La bondad como superpoder: La trama transmite que hacer el bien no es acto heroico… es resistencia.
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Inmigración, fama y fe pública: El héroe navega entre admiración global y conspiración digital. El guion sugiere que ser símbolo no es elección, es responsabilidad.
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Héroe como arquetipo realista: La vulnerabilidad humana y la disciplina emocional se elevan como rasgos de heroísmo real.
¿Y la crítica? Mezcla de aplausos y salpicones
Rotten Tomatoes lo aprueba con alrededor del 83–87%; la moral oficial es: esperanza + espectro emocional = triunfo. Pero en la crítica especializada hay quienes señalan saturación de personajes, CGI desordenado o tono inconsistente. Puntos válidos, pero no arruinan lo que Gunn logró: revivir la ilusión heroica en gran formato.
Veredicto oficial de Cine Reproche ⭐⭐⭐⭐½ (4.5/5)
Superman (2025) no es perfecto. A veces parece un live-action de viñetas múltiples. Pero es brillante porque vuelve heroico al héroe, vulnerable al ideal y vigente al mito. Si amas el cine que logra suspiros y debates, aquí tienes una versión modesta, valiente… y necesaria del Hombre de Acero.