La maldición de lo heredado: Análisis de Hereditary, el terror de Ari Aster

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Si el terror tuviera una genealogía, Hereditary (2018), producida por A24, sería su descendencia maldita, el eslabón pérdido entre el horror clásico y una nueva forma de angustia cinematográfica. Ari Aster, en su debut como director, no solo entrega una película de horror, sino un descensus ad inferos emocional que transforma el miedo en algo casi tangible. Aquí, los demonios no solo habitan en la oscuridad de una casa, sino en la sangre, en la memoria y en la tragedia que se transmite de generación en generación.

Hereditary no es un simple relato de sustos; es una autopsia familiar donde cada escena desentraña las cicatrices de un linaje condenado. Desde el funeral inicial hasta la perturbadora secuencia final, la película se mueve con una precisión quirúrgica, diseccionando la psicología de sus personajes y envolviendo al espectador en una narrativa que oscila entre el drama y el horror con una fluidez escalofriante. La historia sigue a Annie Graham (Toni Collette), una artista especializada en maquetas que, tras la muerte de su madre, comienza a notar una presencia insidiosa en su hogar. Lo que empieza como una exploración del duelo se convierte en una caída libre hacia el horror absoluto, donde la pérdida y la locura se entrelazan de manera sofocante.

La dirección de Aster es meticulosa hasta lo enfermizo. Su uso de planos amplios y composiciones geométricas convierte la casa de los Graham en un escenario de pesadilla, donde cada habitación parece una jaula y cada sombra oculta algo innombrable. El diseño de sonido juega un papel fundamental: desde el inquietante "chasquido" de Charlie (Milly Shapiro) hasta los silencios que pesan como un presagio inevitable. La cinematografía de Pawel Pogorzelski satura la pantalla de tonos opresivos, contrastando la calidez de la luz natural con la frialdad de la oscuridad absoluta, amplificando la sensación de alienación y peligro latente.


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Toni Collette ofrece una de las actuaciones más intensas del género. Su transformación, desde el desconcierto hasta la desesperación absoluta, es un tour de force que encapsula el espíritu de la película: un estudio sobre la desintegración emocional que se funde con el horror sobrenatural. Alex Wolff, como su hijo Peter, también brilla en un papel que lo somete a una espiral de culpa y horror indescriptible. El peso de la herencia, literal y figurada, es un tema central, y cada personaje carga con su porción de tragedia inexorable.


Pero lo que hace de Hereditary una pieza maestra no es solo su ejecución técnica, sino la forma en que trasciende el terror convencional. La película es una meditación sobre el destino, sobre el peso de los lazos de sangre y la imposibilidad de escapar de aquello que nos ha sido legado. Aster construye una historia donde el miedo no surge de lo que acecha en la oscuridad, sino de la certeza de que lo peor ya está inscrito en nuestra existencia.






En Cine Reproche, nuestras críticas y análisis combinan ironía elegante con datos sólidos, invitando al debate y la reflexión sobre cada pieza de cine que exploramos. El cine no solo se ve, se siente, y este análisis busca abrir nuevas perspectivas sobre los complejos temas que Hereditary aborda. ¿Es el destino una condena ineludible o una profecía autocumplida?



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