El Abrazo de la Serpiente: Un Viaje Alucinante a la Memoria del Amazonas

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En el corazón de la selva amazónica, donde el tiempo se pliega y los espíritus de los ancestros aún susurran entre los árboles, se despliega un relato de memoria, resistencia y redención. El abrazo de la serpiente (2015), dirigida por el colombiano Ciro Guerra y producida por Cristina Gallego, no es una película convencional: es un rito fílmico, una travesía sensorial que confronta la violencia de la historia con la espiritualidad de los pueblos indígenas. Basada en los diarios de los exploradores Theodor Koch-Grünberg y Richard Evans Schultes, la película se sumerge en la selva amazónica para contar, con una sensibilidad que roza lo místico, el encuentro entre dos mundos: el de los sabedores indígenas y el de los hombres blancos que, bajo la máscara del conocimiento, traen consigo el germen de la destrucción.

Un Viaje en el Tiempo y el Espacio

El largometraje transcurre en dos líneas temporales separadas por cuatro décadas. En ambas, el chamán Karamakate (interpretado por el enigmático Nilbio Torres en su versión joven y por Antonio Bolívar en su vejez) guía a un extranjero a través de la selva en busca de la sagrada yakruna, una planta mística con propiedades alucinógenas y espirituales. En el pasado, es el etnobotánico Theodor Koch-Grünberg (Jan Bijvoet), inspirado en la figura real del explorador alemán, y en el presente es el etnobotánico estadounidense Richard Evans Schultes (Brionne Davis).

Este juego de espejos narrativos entre pasado y presente hace que la película se construya como un palimpsesto, en el que la memoria de la Amazonía, atravesada por la colonización, la evangelización y la explotación del caucho, se nos revela de manera elusiva y desconcertante. La selva, filmada en hipnotizantes tonos en blanco y negro por el cinematógrafo David Gallego, se erige como un personaje más, con una presencia omnisciente y atemporal que observa la historia del saqueo y la resistencia.

Un Encuentro de Culturas y el Choque de Mundos

El Abrazo de la Serpiente no solo es un relato de exploración geográfica, sino de colisión cultural. Karamakate, el último sobreviviente de su tribu, es testigo del colonialismo en su forma más depredadora: los misioneros que buscan borrar la identidad indígena, los caucheros que explotan la selva sin piedad y la decadencia que se esconde tras la obsesión científica. Su viaje con los exploradores es más que un desplazamiento geográfico; es una travesía espiritual y filosófica, donde el conocimiento ancestral se enfrenta a la insaciable avidez occidental por poseer y catalogar.

La relación entre los exploradores y Karamakate no solo expone la asimetría de poder entre colonizadores y colonizados, sino también el desajuste entre la cosmovisión indígena y la mentalidad racionalista occidental. La creencia de los exploradores en el empirismo los lleva a buscar la yakruna, una planta sagrada que simboliza el equilibrio entre el hombre y la naturaleza, pero que en las manos equivocadas se convierte en una herramienta de explotación. Este contraste entre el conocimiento indígena y la ciencia occidental genera un choque constante a lo largo del relato.



Estética y Lenguaje Fílmico

La elección del blanco y negro no es gratuita. Más allá de una decisión estética, es un recordatorio de la memoria borrosa, de las heridas abiertas del colonialismo y la reducción de un mundo vasto y colorido a una visión homogénea e impuesta. La paleta en escala de grises también subraya el tono elegíaco de la obra, dotándola de una cualidad onírica que se extiende desde la textura visual hasta la estructura narrativa, alternando entre las dos líneas temporales de la película.

Ciro Guerra utiliza una cámara que no solo observa sino que explora, casi con devoción, la exuberancia y el misticismo de la selva. Su lenguaje visual transforma los ríos en arterias de memoria y a los árboles en testigos de una historia de explotación y despojo. La banda sonora, que mezcla cantos indígenas con sonidos de la naturaleza, refuerza la sensación de una espiritualidad inquebrantable frente a la invasión colonial.

Ecos del Pasado y Relevancia Contemporánea

Más allá de ser una odisea mística en el Amazonas, El abrazo de la serpiente es una meditación sobre la memoria y la identidad. En su estructura narrativa no lineal, Guerra nos obliga a ver la selva a través de dos perspectivas: la del joven Karamakate, aún ferviente en su fe y vinculado a su mundo, y la de su versión anciana, que ha olvidado su propio idioma y siente que ha perdido su alma. A través de él, la película nos interroga: ¿qué nos define como personas? ¿Nuestra historia o la memoria de quienes nos rodean?

Este es un viaje que confronta, que nos despoja de la comodidad de nuestras percepciones para mostrarnos un mundo que sobrevive a pesar de la modernidad, aunque se desvanezca en la avaricia y la violencia impuesta por los forasteros. En cierto modo, El abrazo de la serpiente es también una obra sobre la imposibilidad de comprender completamente al otro, una película que nos enfrenta a los límites de nuestra empatía y al abismo que nos separa de otras formas de ver el mundo.



Conclusión: Un Abrazo que Persiste

Más allá de su impecable realización técnica y su belleza hipnótica, lo que hace de El abrazo de la serpiente una pieza clave del cine latinoamericano es su capacidad de dialogar con las heridas abiertas de la historia, con la memoria silenciada de los pueblos indígenas y con la pregunta más dolorosa de todas: ¿qué se pierde cuando una cultura es desplazada? En su profundidad y su melancolía, Guerra nos ofrece un testimonio tan hermoso como doloroso. En Cine Reproche, nuestras críticas y análisis combinan ironía elegante, análisis profundo de los personajes y la exploración de los temas más complejos que el cine nos ofrece. Porque el cine no solo se ve, se siente; y esta película es la prueba de ello.

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