Por Diego Gamboa | Cine Reproche

La obra maestra de Alejandro González Iñárritu, con la fotografía de Rodrigo Prieto

Babel (2006), dirigida por Alejandro González Iñárritu y escrita por Guillermo Arriaga, se erige como un relato impresionante sobre la fragmentación humana, la distancia cultural y las consecuencias del malentendido. A través de una narrativa que fluye entre varias líneas de historia, Babel nos invita a reflexionar sobre la conexión universal entre las personas, aunque nuestras vidas estén marcadas por las diferencias lingüísticas, políticas y geográficas.

En el epicentro de la película se encuentran tres tramas interconectadas que se desarrollan en Marruecos, Japón, y los Estados Unidos. El relato comienza cuando dos jóvenes marroquíes, Khalil (Said Tagmaoui) y Ahmed (Boubker Ait El Caid), disparan accidentalmente a una turista estadounidense, Susan (Cate Blanchett), mientras ella viajaba en un autobús con su esposo Richard (Brad Pitt). El incidente, ocurrido en una zona remota del desierto, pone en marcha una serie de eventos que van a interrumpir las vidas de personas al otro lado del mundo, afectando a una familia en Japón y a dos jóvenes mexicanos que migran a los Estados Unidos.

A nivel cinematográfico, Iñárritu utiliza el principio de la "película de múltiples historias" para interconectar a personas cuyos destinos se entrelazan debido a sus malas decisiones, a errores de comunicación o a cuestiones de falta de comprensión entre diferentes culturas. Las perspectivas se fusionan en una exploración compleja de la tragedia humana.

Lo que destaca de Babel es su singular forma de narrar una historia, no como un folletín lineal, sino a través de visiones fragmentadas, saltos temporales y espaciales. El estilo no solo refleja el caos y la falta de control en los destinos de los personajes, sino también el desbordamiento emocional que todos experimentan debido a la incomunicación. Cada historia, aunque pareciera aislada, contiene ecos de la otra, creando una estructura de interconexiones emocionales, sociales y políticas que une a personas a pesar de sus contextos dispares.

Desde el punto de vista visual, Babel es impecable, logrando capturar la vastedad de la tierra y la angustia interna de sus personajes con un uso magistral de paisajes y composiciones en su cinematografía. La fotografía de Rodrigo Prieto y la música inquietante de Gustavo Santaolalla ayudan a crear una atmósfera de angustia incesante, transportando al espectador a un mundo en el que la soledad parece un destino compartido por todos.

La trama se completa con un elenco estelar, encabezado por Brad Pitt, Cate Blanchett, Gael García Bernal y Rinko Kikuchi, cuyas actuaciones son profundamente conmovedoras. La habilidad de cada actor para transmitir los dilemas emocionales de sus personajes, que son tan cercanos y tan lejanos al mismo tiempo, enriquece enormemente el tejido narrativo de la película.

En última instancia, Babel no solo nos muestra cómo la vida es un puzzle frágil y muchas veces desordenado, sino también cómo la justicia y el castigo son influenciados por diferencias culturales y cómo, aunque las distancias entre los seres humanos sean vastas, las emociones humanas fundamentales nos unen a todos.

¿Es Babel un reflejo fiel de nuestra incapacidad para comunicarnos? ¿O tal vez lo que se oculta en las grietas de la incomunicación es lo que define la naturaleza humana, una naturaleza cuya redención solo parece posible al final del laberinto? ¿Cuánto de nuestras tragedias están influenciadas por el destino y cuánto es el peso de nuestras decisiones?